La rabia y la furia (o como llegué a Streets of Rage)

He de decir que no había nada que influenciara, nada que me dijera o me hiciera recordar, ningún elemento cercano que fuera la oculta semilla que se plantara en mi cabeza, todo fue sólo, una partenogénesis directa en mi cabeza que me hizo despertar un día a media noche y que tuviera ganas de jugar Sonic de la Sega Génesis, así sin más.

O tal vez fue porque unos meses antes había salido la interfaz del cuarto en steam, cosa que probé con un viejo Golden Axe que compré y jugué cuando tuve un reenamoramiento del juego barbárico derivado de las lecturas de Conan y Jhon Carter, todo desde una rom ejecutada con el ya antaño (y olvidado) VisualBoy Advance. Cuando tuve el juego me supo a sopa fría, ya que el emulador era tosco y muy desangelado, cosa bastante contraria con el HUB (o el cuartito para los más íntimos), que tenía una simulación de un cuarto de un niño con padres bastante pudientes. En el se ven posters oficiales, peluches y cómics, todo relacionado con la Génesis. 



Y como ya había visto las bondades de tener una renta vitalicia de un cartucho de Génesis desde Steam, decidí comprar el Sonic para el siguiente arco argumental que comenzara con el pago. Y con el pretexto de esta legalización baje una imagen de cartucho para emular lo sobre el MAME. Me puse a jugar Sonic después de prácticamente no haber tocado el juego desde aquellos años cuando aun no medía más de 1.30 y veía como jugaban con Sonic en el mercado. 

Ya vaya que si fue mayúscula mi sorpresa, el sonido tenía un sabor peculiar, sonoramente perfecto y pequeños detalles como el que suene el aro en solo una bocina alternando entre ellas cada vez que tomas uno, música maravillosa. gráficamente aunque tenía pocos colores gozaba de una calidad y un encanto dignos de admirar, y la velocidad... 




Años antes y gracias a una ronda de FPS de los años 2000 y 2001 comprados de Gog y jugados en Diciembre de ese año, ya había roto yo la inflada ilusión de la grandeza de Nintendo y Rare al ver la pobre calidad y ejecución que tenía Perfect Dark contra todos sus congéneres nacidos el mismo año (incluso cosas de años anteriores follaban sin mesura ni piedad el delicado culo de la señorita Dark). Y gracias al adoctrinamiento impartido por el papa Gustavo Rodríguez atreves de Club Nintendo me había hecho de una segada y necia imagen de lo malo e inferior que era la competencia. Y después de haber jugado Sonic emulado en las condiciones apropiadas me di cuenta que aquello era solo un timo más de aquella secta religiosa llamada  Club Nintendo. 




Incentivado por lo visto el MAME y una oferta que rebajaba a casi nada el costo de los DLCS del HUB de Sega se dio la oportunidad de por fin comprar Sonic, y aquel emulador con una interfaz tan trabajada resulto ya no ser tan malo con todo el contexto se me me había formado al rededor, romántico sí, pero las Rom que te daba el programa eran totalmente compatibles con el Mame, así que la legalización se había hecho presente y me permitió disfrutar de ambas maneras a Sonic. El estimulo y gozo fue tal que me empujó a comprar posteriormente otros tres juegos para gozar en el HUB. Estos fueron Beyond Oasis, Shadow Dancer y Streets of Rage. 

 


Del primero, he de decir que fue comprado más por lo visual y por la posibilidad de una bonita aventura, cosa la cual no llegó a buen termino ya que perdí el interés de forma tan rápida y lapidaria que el juego sigue juntando polvo digital. Shadow Dancer fue una historia muy aparte, ya su homónimo arcade siempre había sido de mi interés, y el juego calaría hondo en mi pero eso sería hasta la llegada de la Génesis física (cosa la cual ira en la continuación de este post). Y finalmente llegue a Streets of Rage, aquel juego que había escuchado hablar por ser el rival seguero del Final Fight  de snes por fin se abría ante mis ojos, y mi alma simplemente fluyo...



Un estribillo sonoro, esa música casi mítica generada por sintetizador de audio YM2612 y el DCSG de Texas Instrument (SN76489), resultaron en algo que jamás imaginé escuchar. Era una música distinta, más propia de un disco electrónico que de un juego, aquello sonaba a todas luces bastante superior a la música comprimida y de sonidos de tubería que sonaba en los juegos de Capcom de Super Nintendo, era más fina como aquella que dejaba salir la snes con el mítico Donkey Kong Country, esto no era igual, ni enmarcado solo dentro del juego, era algo simplemente superior, casi mágico. 

Una vez terminada la intro, la selección de personajes no fue ni por mucho una decisión pensada ni estudiada, ya que siempre elijo a las féminas para medir sus capacidades de juego y mirar sus virtudes, fue aquí donde conocí a Blaze Fielding, la música del menú era agradable y muy particular, pero al pulsar start y caer en el Stage 1 la cosa iba aun mejor. Dos segundos del beat inicial y ya estaba enamorado del soundtrack, aquella primera oída transmitía noche, alcohol, olor a cigarros, sexo y luces parpadeantes, su sonido era tan delicioso como embriagante. El impacto gráfico fue sensiblemente menor, ya que el tamaño de los sprites resulta ser bastante más inferior, sin embargo eso no le hacía perder ápice de encanto, en movimiento lo primero que me llegó fue una combinación entre Final Fight y Double Dragon (nada más lejos de la realidad). 

En conjunto encontré un juego franco, directo, lleno de detalles sutiles y una música totalmente brutal. Esto fue lo que me llevo a adentrarme durante los siguientes años a aquel oscuro y maravilloso mundo de la Génesis, pero eso fue solo el principio.


Ya instalado en el gusto por el hardware de Sega seguí explorando más y más a lado de mi hija, llegando al punto de adquirir el hardware físico. Guiado por los costos y los gustos desarrollados en la versión digital me decanté por la versión física de aquellos increíbles packs de juegos que sacaba Sega para la consola. 



Al mismo tiempo la obsesión por Streets of Rage no bajaba, a tal grado que llegaron juntos el 2 y el 3 de forma digital, quedando el 2 como un juego gráficamente superior pero que no caló del todo en mi gusto, y el 3 que literalmente fue olvidado por su desbalance en dificultad. 

Ya con el Hardware físico, el HUB y el MAME comencé a repartir mi tiempo de Street of Rage (junto con el resto de cosas de sega) entre estos modos de juegos, y lentamente se fueron revelando nuevos jefes, nuevos niveles, aquella dificultad intrínseca de la época en los modos de combatirlos. Esos combos que jamás pensé que existieran en un juego tan ínfimo (apenas una rom de 4 Megabits o 512 Kilobytes), lentamente, y conforme me acercaba a Mister X se fue profundizando el amor, hasta que meses más tarde por fin logré terminar el juego. 

El éxtasis, fue mágico, por fin había logrado terminar aquel cautivante juego, pero eso no fue suficiente una vez para abandonarlo, así comencé a terminar el juego todos los viernes, a veces, comenzaba más temprano y me daba tiempo para terminar SOR2, otras volvía a terminarlo al siguiente día por la mañana, aquello fue una breve periodo obsesivo por el placer que daba aquella obra tan infravalorada frente a su continuación. 

Como todo, y conforme al tiempo  (dos años) el juego lo fui dejando lentamente, junto con todo aquel mundo que me trajo aquella visión onírica de Sonic, quedándome  esas exploraciones por versiones fan made (OpenBOR), esos hermosos cartuchos de segunda mano, mi Genesis II,  y el mundo en esa consola que debió  de haber sido parte de mi vida entre los finales de infancia y principios de la adolescencia, aquel hueco se había llenado con la bestia negra con Blast Processing. 

Pd. 

Tiempo después llegó la oferta por esta versión física que (dicho sea pasó) fue finalizado con Blaze una hora después de puesta en la consola, aquel juego. se había vuelto uno de los juegos de mi vida. 






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